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CUBANETJorge Olivera Castillo, Sindical PressLA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - En el socialismo real el linchamiento es una cuestión de rutina. Los ejecutores tienen todas las armas y una patente para usar la impunidad en sus expresiones más exóticas.Las víctimas observan las maniobras de la ejecución que se llevan a cabo sin previo aviso mientras la sorpresa y el escalofrío se apoderan de su sistema nervioso central.Es así que llega la unanimidad y otras mansedumbres. Cualquiera puede terminar en el patíbulo. Basta que se asuman actitudes no compatibles con el orden establecido para sentir el aire frío de la muerte.Lo más significativo de tales procedimientos es su premeditación y alevosía. Un juicio sumario, quizás una soberana paliza propinada por las gentiles brigadas de respuesta rápida o una lapidación a golpe de acusaciones de diversas tonalidades donde se incluyen chismes, embustes, medias verdades y cuanto recoveco de la vida privada sea factible para armar una denigración propagandística de varios kilotones. Todo esto en vivo y en directo por todos los medios de comunicación de alcance nacional e internacional.Sencillamente el sagrado derecho a la privacidad es papel mojado. No hay nada extraño en esta afirmación si de Cuba se trata. En días recientes han vuelto a recordarnos la validez de la impunidad por encima de los derechos humanos más importantes.Entrar a la cuenta de correo electrónico y grabar conversaciones telefónicas ajenas se presentan como una potestad del estado para la que no hay defensa posible. Eso hacen las autoridades cotidianamente con una serie de personas que no comulgan con el dogma oficial. Nadie, incluso los que asumen poses de fiscales en estos linchamientos mediáticos, están a salvo de que algún día le amplifiquen su privacidad por los periódicos, la radio y la televisión y le pongan el cartel de contrarrevolucionario. En las dictaduras de corte totalitario todos, de una forma u otra, bailamos en la cuerda floja.Independientemente de la supuesta culpabilidad o inocencia de los encartados, no es serio que un grupo de periodistas se ocupen de ensamblar una dramaturgia, por cierto de muy mala factura, con el ánimo de distorsionar y no esclarecer con la debida objetividad un asunto determinado.Todo apunta a un show y no a un auténtico examen de los sucesos que implican a algunos disidentes, personal de la embajada norteamericana y personajes del exilio.¿Por qué, si dicen tener pruebas de un presunto financiamiento de diplomáticos estadounidenses a la oposición interna, no implementan la clausura de esta legación?Dudo, como aseguran los acusadores, que el personal de la sede estadounidense en La Habana haya entregado dinero en efectivo a varios líderes de la disidencia.Es pública la entrega de implementos periodísticos, literatura, entre otros equipamientos que no deberían representar un peligro para ningún gobierno que se precie de tener a cerca del 100% de la población a su favor como sucede en Cuba. Mas allá de esos materiales, todo lo que se diga queda en el terreno de la especulación.Otra pregunta sirve para poner en dudas la veracidad de una historia que han dotado de las características de un thriller.Si los inculpados son tan peligrosos. ¿Qué hacen todavía en sus respectivas casas?Estoy convencido que quienes acusan cumplen un plan sin ánimos de practicar un proceso penal que redundaría en un costo político demasiado alto en circunstancias no propicias para este tipo de escándalos.Según mis modestas apreciaciones existen al menos tres fines: en primer lugar el intento de desprestigiar a la oposición -ante un eventual proceso de mayores reformas- donde quede expresa su debilidad y por tanto disminuir las probabilidades de alternativas que coadyuven a ampliar los márgenes de esas potenciales aperturas.En segundo lugar, lograr empañar la imagen de las Damas de Blanco ante la comunidad internacional y la opinión pública interna. De más está decir que es la organización con más simpatías alrededor del mundo dado el carácter de su lucha pacífica por la libertad de sus familiares presos por razones políticas. Además la combinación de la temeridad de sus actos con la adopción de una filosofía afín a los preceptos cristianos, hacen de ellas un ejemplo muy negativo para la imagen del régimen sucesor de caras a una legitimidad en proceso de consolidarse.En tercer lugar, podríamos estar ante las evidencias de los temores del oficialismo ante la dinámica de unos cambios que podrán precipitarse, a partir de los niveles de descontento en importantes sectores sociales, políticos e intelectuales. Con la furibunda campaña orquestada en estos días contra la disidencia se envía un mensaje de fuerza que subraya la naturaleza dominante del sistema. Sería como advertir que todos están bajo la lupa del poder y con esto la nota subliminal de la cárcel, el ostracismo, las palizas de las tropas parapoliciales, el destierro o el clásico linchamiento verbal que de hecho es una manera de anular a los críticos con economía de recursos.Poco a poco llegamos a un punto en que el gobierno debe afinar sus estrategias para sobrevivir. Son tantos los problemas y las complejidades que le resulta muy fácil equivocarse. Uno de los asuntos principales radica en el costo ascendente de los errores, pues el precio de los dislates aumenta a medida que el tiempo pasa. Es obvio que los nuevos arquitectos del poder no encuentran una vía eficaz para reparar la ruinosa maquinaria del totalitarismo. Apuestan por continuar ejercitando patrones trillados. Por eso me atrevo a afirmar que tal vez estemos en el umbral de otras lapidaciones mediáticas de disidentes. Es lógico. El temor dentro de la nomenclatura crece.