Mais triste do que o que aconteceÉ o que nunca aconteceu.Meu coração, quem o entristece?Quem o faz meu?Na nuvem vem o que escureceO grande campo sob o céu.Memórias? Tudo é o que esquece.A vida é quanto se perdeu.E há gente que não enlouquece!Ai do que em mim me chamo eu!Fernando Pessoa
Na semana passada foi algo falada, principalmente nalguns jornais, a diminuição do crescimento do endividamento das autarquias locais, que teria ocorrido pela primeira vez em muitos anos.Pois, pois... Só que se somarem aos números revelados o endividamento das empresas municipais, para-municipais e outras que tais criadas profusamente nos últimos dois ou três anos, conclui-se que o crescimento da dívida continua imparável... Gaste-se que alguém há-de pagar!
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Unión Liberal CubanaLa muerte de Guillermo Cabrera Infante no significa sólo la pérdida de un gran escritor, sino del creador que por años representó la vanguardia literaria de la isla, el autor que influyó en diversas generaciones, el crítico y ensayista que amplió las fronteras culturales y artísticas y el intelectual que mantuvo siempre un debate ético y un enfrentamiento sin tregua contra el régimen de La Habana.

Cabrera Infante es una referencia obligada para conocer la cultura cubana durante más de medio siglo. Primero desde su labor de crítico cinematográfico, durante la dictadura de Fulgencio Batista; luego al agrupar a la avanzada cultural del país, al triunfo de la insurrección encabezada por Fidel Castro , en el semanario Lunes de Revolución; posteriormente, y ya en el exilio, publicando un conjunto de libros que conforman una memoria nacional que al tiempo que constituyen la mejor representación literaria de una época, definen un estilo al que ha sido necesario volver una y otra vez como punto de partida.Al mismo tiempo, esta labor literaria no se desarrolló ajena al destino político nacional. Cabrera Infante no era sólo el mejor escritor cubano vivo: también representaba la voz más poderosa entre los intelectuales anticastristas y en este campo constituía el enemigo más odiado por el gobierno cubano. Aunque siempre mantuvo una barrera entre sus textos políticos y literarios, la separación no impidió que fuera indispensable referirse a ambos aspectos de su labor, en una fusión entre el hombre y la obra que le ganó admiradores y detractores en todo el mundo.Lo mejor de Cabrera Infante no se limita a dos novelas ejemplares, una selección de cuentos donde hay varias obras maestras, tres libros sobre cine, varios de artículos y ensayos, otro de textos políticos, diversos guiones cinematográficos, una recopilación de crónicas de viaje, un conjunto de viñetas memorables y un estudio exhaustivo y singular sobre el tabaco, que originalmente fue escrito en inglés. Desde el momento en que comenzó a publicar sus crónicas de cine en la revista Carteles , en 1953, se colocó al frente de la vanguardia creadora de una nación con una tradición literaria y artística de gran riqueza, que a la vez estaba profundamente dividida entre lo culto y lo popular. Hizo trizas esta división artificiosa y demostró que la escritura más elaborada y compleja podía ser al mismo tiempo entretenida y llena de humor.Su primer libro de cuentos,
Así en la Paz como en la Guerra (1960), abrió el camino de una literatura épica revolucionaria que tendría un gran desarrollo posterior, pero que hoy está totalmente agotada.
Así en la Paz combina cuentos la mayoría escritos antes del triunfo de la revolución con viñetas que siguen el estilo creado por Ernest Hemingway todas elaboradas en 1958, donde la violencia se describe con objetividad fotográfica y ausencia de sentimentalismo. Fueron precisamente estas viñetas las que tuvieron una mayor influencia en la creación de una épica revolucionaria. Cabrera Infante renegó de este recurso posteriormente y excluyó otras viñetas similares de la versión publicada de la novela
Tres Tristes Tigres (1967).Fue una decisión acertada (las viñetas aparecieron posteriormente en otra obra:
Vista de Amanecer en el Trópico), que libró a los
Tigres del contexto político y realzó su carácter universal. De haber continuado el contrapunto entre realidad y ficción iniciado en
Así en la Paz, su influencia se hubiera limitado a un período de la narrativa revolucionaria. Los Tigres, por su parte, retoma otro contrapunto presente en la recopilación de crónicas cinematográficas publicadas en
Un Oficio del Siglo XX (1962): el juego verbal y la ironía que transforman una recreación primera, elaborada a partir de una impresión que parte de la realidad pero la supera; la ficción de la ficción convertida en un cuerpo literario. Donde hubo una proyección de cine ahora hay una crónica de la función cinematográfica que se nos explica fue escrita por un ente ficticio del que se burla el antologísta, que es al mismo tiempo sujeto y objeto, burlador y burlado. Otras realidades el habla, el amor, la cultura, la amistad y el sexo serán sustituidas en otros libros por ese cronista que primero no se limita a contar y analizar la película, luego a hablar de amigos y amantes, después a describir la ciudad y los cines, sino que recrea un mundo propio que quiere compartir. Así traza el paso imprescindible de la descripción épica al imaginario urbano que salva del anquilosamiento a la literatura cubana. Mientras que la realidad del país se repliega en un molde estático, su literatura rompe con los moldes de una sociedad caduca y avizora el deterioro futuro de una transformación que se inicia. Recrea la decadencia en una forma revolucionaria inmune al decadentismo en lo que encierra el concepto de artificioso por la vitalidad de la prosa.La unión indisoluble entre lo culto y lo popular presente desde el inicio en las crónicas sobre cine publicadas primero en la revista
Carteles y luego en el periódico
Revolución logra su definición mejor en los
Tigres. Al tiempo que la narrativa apela a los recursos más avanzados de la literatura mundial del momento, conquista al lector desde las primeras páginas. Este se identifica con los personajes y añora o descubre una época idealizada en cuanto a que es producto de la imaginación del autor y lee página tras página por encima de la fragmentación y las dificultades propias de la obra. De los
Tigres puede hablarse en dos sentidos: de su valor como libro objeto de consumo y placer y de su importancia en la literatura cubana.A esta dualidad de la novela se une el hecho de que nunca se haya publicado en Cuba, el que por mucho tiempo estuviera terminantemente prohibida en la isla y de que aún en la actualidad circule de forma limitada.Un libro que recrea una época desconocida casi por completo para la mayoría de la población cubana, difícil de conseguir y de un autor condenado por el régimen, enfrenta un duro camino para mantener la popularidad. Por encima de estas dificultades para su difusión, la obra se ha convertido en un objeto de culto. En parte por la vida de su autor, pero fundamentalmente por sus valores propios.Como libro, los
Tigres aún puede leerse como si hubiera sido escrito ayer. Sin que hayan logrado opacarlo los cientos de acontecimientos culturales y políticos posteriores, desde los vaivenes incesantes y macabros de la revolución cubana hasta el exilio de su autor. Aunque aún continúa siendo un libro huérfano de público en la patria de su autor, que persiste en la búsqueda de su lector natural, algo que sólo logrará con la desaparición del gobernante cubano.Se trata de uno de los textos más antipolíticos de la literatura cubana y a consecuencia de ello, político, donde el nombre de la Sierra evoca en primer lugar un cabaré y en que cualquier figura y tragedia política da pie a la parodia (
ese Trotsky fue un socialero. ¡Zumba, canalla rumbero!). También uno de los más perseguidos. Es la recreación de una ciudad perdida escrita desde el inicio de la nostalgia, y quizá por ello conserva la vitalidad de la aventura, cuando el recuento es aún más goce que añoranza.Antes de los
Tigres, los lectores cubanos no carecían de novelas en donde aprender la realidad social de sus diversas épocas. Lo que no había era un libro que uno leyera por el simple placer de repetir sus frases, imitar lo que dicen sus personajes o simplemente para copiarlo, plagiarlo de cualquier manera.Placer por la evocación de una época desaparecida, pero también gusto literario en su forma más pura. En este sentido, la novela contiene un relato ejemplar: Los Debutantes, un cuento que es en realidad la traducción de un cuento, y que para disfrutarlo a plenitud hay que leerlo en español al tiempo que se imagina al texto original en inglés.La importancia de los
Tigres en la literatura cubana está dada en primer lugar porque es un texto que crea su propia poética su propia normativa, no en base al recurso tradicional de acudir a la poesía para encontrar el modelo literario en que sustentarse, sino de ir a la música y específicamente a la música popular en busca de sus fundamentos.Hasta entonces, la literatura paradigmática en Cuba era la francesa y la poesía la normativa a seguir. Los
Tigres transformó ese panorama. A partir de él, no sólo la música popular, sino las formas artísticas puramente mercantiles como los cómics y las películas clase B de Hollywood pasaron a formar parte de un novedoso canon estético, alejado de los modelos europeos. Es precisamente en el antecesor señalado de los
Tigres, Un Oficio del Siglo XX, donde Cabrera Infante manifiesta por vez primera no sólo un estilo propio sino una valoración al margen de los criterios tradicionales a la hora de juzgar al cine como arte. Esta transmutación de valores dio inicio a una corriente de desenfado e irreverencia que para bien y para mal sigue vigente en la literatura cubanaJunto con estos elementos disímiles, una forma nueva y más abarcadora de utilizar el humor. Se trata de un humor que sin dejar de ser parte de la idiosincrasia (palabra que Cabrera Infante detestaba porque decía tender a pronunciarla como indio sin gracia) cubana, rompe con el molde que atormentó a más de un ensayista célebre (o mejor dicho: celebrado en su época), entre realidad y escapismo, conciencia y choteo. Le otorga a la burla una cualidad existencial que la transforma no sólo en una vía para el conocimiento, sino en realidad ontológica. Una tabla de salvación que permite la supervivencia. Elevada de recurso popular y crítica política del momento a criterio estético libre de costumbrismo.Para ello tuvo que pedir prestado a los escritores ingleses esa habilidad para transformar la palabra, con la cual quizá trataron éstos de compensar la carencia en esa otra isla de grandes músicos luego de los madrigalistas. Cabrera Infante agarra este arte de la transmutación lingüística y lo incorpora a la apropiación literaria, en un país que tiene música para regalar (tanto a Nueva York y al Japón como a otras islas musicales caribeñas).Tras la publicación de los
Tigres, vinieron dos libros de artículos y ensayos donde el juego verbal alcanzó su cima: O (1975) y
Exorcismos de esti(l)o (1976). Luego, en 1979, aparece
La Habana para un Infante Difunto. En esta nueva novela, la experimentación con la forma cede ante una estructura narrativa fragmentada en capítulos, que siguen un orden cronológico. Aunque se mantiene el elemento lúdico, el cual desborda en un final donde la fantasía desplaza a la enumeración de encuentros sexuales. La novela prosigue la recreación de la capital cubana, que debía continuarse en otros textos que han quedado inconclusos o inéditos, como
La ninfa inconstante (un fragmento de ésta apareció en la revista Granta en español, invierno/primavera 2004).Si bien los
Tigres destacan por abrir nuevas vías a la literatura cubana y por crear una poética propia,
La Habana
es una obra de perfección, donde el interés fundamental es desarrollar al máximo los recursos que su autor domina con maestría. Puede señalarse en este sentido que la segunda novela de Cabrera Infante es mejor que la primera, aunque de menor influencia innovadora.Pese a que
La Habana
carece de contenido político y que su trama puede reducirse a la memoria imaginada de las aventuras eróticas del escritor en La Habana de los años 50, el gobierno cubano hizo todo lo posible por impedir su reconocimiento internacional. Un ejemplo de ello ocurrió cuando el Instituto Italo-Latinoamericano concedió a Cabrera Infante su premio literario para el bienio 1993-94. El galardón se le otorgó por su trayectoria intelectual, pero especialmente por su novela
La Habana para un infante difunto, publicada en traducción italiana con el título de
L'Avana per un infante defunto. En la carta de protesta de la Embajada de Cuba en Italia aparecida en el diario
Il Messaggero del 8 de junio de 1995, el embajador de Cuba en Italia, Mario Rodríguez Martínez, expresó que el premio se otorgaba en los momentos en que Cuba lucha heroicamente por salvar su total y plena independencia. Apenas hay que agregar que desgraciado (o mejor, afortunado) es el pueblo cuya lucha por la plena independencia depende de un reconocimiento a la versión en italiano de una novela de encuentros eróticos.Las críticas y ensayos cinematográficos de Cabrera Infante siguieron una evolución similar a su narrativa. Treinta y cinco años separan a
Un Oficio
de
Cine o Sardina (1997). Su tercer libro sobre cine (
Arcadia todas las noches, una recopilación de ensayos sobre cinco directores apareció en 1978) es la obra de un escritor que analiza el cine y no el resultado de un cronista cinematográfico que se aprovecha de una película para hacer literatura, aunque sin dejar de ejercer la crítica.Esta nueva perspectiva, sin embargo, no implica una nueva aproximación al cine. En muchos casos, las diferencias entre ambos libros vienen dadas más por los cambios ocurridos en la industria que en los puntos de vista del autor.Es difícil de superar un libro como
Un Oficio
, que crea un género. Ha convertido la crítica cinematográfica en un género literario gracias a su riqueza verbal y a su imaginación, dijo Mario Vargas Llosa en el acto donde se otorgó el premio Cervantes del año 1997 al escritor exiliado cubano.No sólo las crónicas cinematográficas que forman
El Oficio
tienen un extraordinario valor literario. Algunas de ellas superan las películas que reseñan. Incluso en algunos casos, las versiones en español de algunos diálogos de referencia son superiores a los textos originales en la pantalla. Ejemplo de ello es la crítica de
Infierno Verde (Wind Across the Everglades), donde Cabrera Infante no sólo logró reproducir en sus ejemplos el ambiente de la cinta, sino superar en calidad literaria al guión cinematográfico.El tiempo, sin embargo, no había pasado en vano, aunque no hubiera un águila sobre el mar para contemplarlo:
Un Oficio
es el libro de las crónicas sobre el estreno de fin de semana, la película de matinée, la reposición en los cines de barrio y la muestra en la cinemateca y en el festival internacional. Ir al cine como actividad de entretenimiento fuera del hogar.Por su parte,
Cine o Sardina es una recopilación de ensayos y artículos en que se reflexiona sobre los géneros y donde se analiza en detalle tanto las películas como la carrera de realizadores, actrices y actores. En ocasiones, el tono de Cabrera Infante es más moderado que el del G. Caín el cronista entusiasta de
Un Oficio
, que con una frase glorificaba o destruía una película. A veces es hasta didáctico, como cuando nos habla del cine como arte, historia y espectáculo, donde destaca por encima de todas estas categorías culturales su valor de entretenimiento narrativo. Aunque la enseñanza nunca es aburrida, porque instruye mientras deleita al decir de Chanito Isidrón, decimero ilustre.Son escritos que evidencian que su autor ha visto y vuelto a ver las películas en la tranquilidad del hogar, y luego reflexionado sobre ellas. Las pocas excepciones de películas vistas y presentadas en festivales confirman la regla.El acto de ir al cine se ha convertido en el hábito cotidiano de ver una o dos películas cada noche, en la televisión del cuarto. Entre uno y otro libro, media la invención del vídeo. El crítico ya no es esclavo de la función sino dueño de la cinta.Esta labor de narrador y crítico la desarrolló Cabrera Infante a contrapelo de la que por muchos años figuró como la actitud natural y correcta del intelectual progresista hacia la revolución cubana: el apoyo o al menos el silencio.Él fue todo lo contrario: comenzó a denunciar al régimen sin detenerse en las consecuencias que ello implicaba para la divulgación de su obra.Lo hizo desde Europa. No encerrado en una ciudad como Miami, donde hablar mal de Castro no es un ejercicio de estío. Más bien puede provocar el hastío al oír tanta tontería repetida a diario. Una Miami es necesario decirlo ahora que nunca lo aceptó, donde en cada viaje siempre encontraba a un idiota de turno dispuesto a lanzar una infamia.Por su parte, Castro y sus voceros decir Cuba es una falsedad, nombrar a
La Habana constituye un insulto acumularon infamias contra Cabrera Infante. Lo intentaron todo: desde el disparate de excluirlo del Diccionario de la Literatura Cubana hasta la canallada de aprovecharse de sus conocidos estados depresivos para catalogarlo de loco. Siempre les sobraron los adjetivos a desalojo y destiempo: de cavernícola a anexionista.Este último calificativo fue el más vil de todos, cuando no hay una sola línea de sus libros y artículos que justifiquen tal afirmación. Nunca residió en Norteamérica, ni perteneció a organización política de ningún tipo, y mucho menos abogó en favor de la anexión de Cuba a nación alguna, ya fuera Estados Unidos, Marruecos o algún otro país con una Casablanca (menos aún una Casa Blanca) que le recordara la lanchita de Regla o a la excusa que llevó a Rick Blaine a establecer su Café Américain en el desierto marroquí: las aguas, todas las aguas.Nunca fue necesario compartir todas sus opiniones políticas para afirmar su honestidad, que siempre se alzó por encima del oportunismo. Intransigente en sus puntos de vista, no cerró la puerta de su hogar en Londres a muchos escritores cubanos, estuvieran de visita o recién llegados al exilio.Por último, hay que señalar que Cabrera Infante constituye un caso único en la literatura cubana en otro aspecto. Sus principales novelas y libros de crónicas, artículos y ensayos se multiplicaron en las diversas traducciones que en varios casos contaron no sólo con su colaboración sino con una labor creativa que los convirtió en textos independientes, al tiempo que interrelacionados. Sus guiones cinematográficos que merecen un estudio aparte fueron escritos originalmente en inglés, al igual que su libro sobre el tabaco
Holy Smoke (1985). Esta suma creadora en dos idiomas hacen que en el futuro sea necesario volver una y otra vez a un autor que vivió en dos islas, pero siempre soñó con una ciudad única: La Habana para este Infante, ahora difunto.
Está por responder o correio do último mês.
As minhas desculpas. Espero fazê-lo na próxima semana.
La vie, c'est comme une dentD'abord on y a pas penséOn s'est contenté de mâcherEt puis ça se gâte soudainÇa vous fait mal, et on y tientEt on la soigne et les soucisEt pour qu'on soit vraiment guériIl faut vous l'arracher, la vieBoris Vian