QUERIAS, QUERIAS...
Não há nenhum editor português que edite um dos primeiros livros do Guilherme Cabrera Infante, escrito em inglês e traduzido mais recentemente para espanhol e português (no Brasil), que dá pelo nome de HOLY SMOKE?
A sinopse da edição brasileira:Fumaça Pura é vários livros ao mesmo tempo: uma história do tabaco que começa com o seu descobrimento, em 1492, por um marinheiro da nau capitânia de Colombo, Rodrigo de Jerez; é também uma celebração do tabaco e do hábito de fumar essa estranha folha; e, finalmente, uma rapsódia tendo como centro o charuto, mas com espaço garantido para o cigarro, o cachimbo e o rapé. Além disso, Fumaça Pura é uma crônica erudita, mas divertida, da relação entre o charuto e o cinema. Não é por acaso que, na capa, aparece a figura de Groucho Marx. Este livro acende o charuto de Groucho para que se transforme em fogo puro, em fumo puro, em cinza pura.
E um magnífico texto de Ángel Rodríguez Abad, um dos tradutores do livro para espanhol (!):PURO HUMOG. Cabrera InfanteMadrid, Alfaguara 2000, 504 págs.Holy Smoke es el único libro escrito por Cabrera Infante directamente en inglés, y fue publicado en Londres y Nueva York en 1985. Quince años después aparece Puro humo, su demorada traducción al español, que más que una versión puede calificarse de reescritura. En unas declaraciones a Rosa María Pereda, Cabrera cuenta que un joven profesor, Iñigo García Ureta me mandó un par de folios de prueba. Me pareció que podría hacerlo. Entre los dos hemos traducido el libro. Él, podríamos decir, rompió el libro al español. Yo, durante año y medio, he tomado el libro en mis manos y he reescrito una nueva versión. El autor subraya que Puro humo se debe leer como una obra escrita en español, y nos recuerda que vive en una isla de Gloucester Road, en un apartamento cubano en medio de una ciudad inglesa: En nuestra casa se habla en español, un español rodeado de inglés. En inglés están la televisión, los periódicos, las películas. En español la conversación, la mayor parte de los amigos. El español es el idioma de esta casa, una isla rodeada de inglés. El libro comenzó siendo un artículo para una revista norteamericana que al excederse de espacio se convertiría en un pequeño ensayo sobre el tabaco que acabaría siendo un libro sobre las obsesiones -y no sólo las que echan humo- de Cabrera. Es, sí, una historia del tabaco, su descubrimiento occidental por los españoles y su uso cada vez más amplio, sus variedades y la extensión de su cultivo y la universalización de la fuma. Se nos habla de todo lo que envuelve a la pasión y el rito del fumar: calidades y modos, satisfacciones varias, observaciones históricas, peculiaridades de los cigarrillos, del fumar en pipa y en especial del cigarro puro. Pero no se trata de un tratado aséptico, y el trato del conocedor es sobre todo literario, creador, voluta imperecedera él mismo. Los puros no son cigarrillos y no se fuman igual. No hay que aspirarlos, hay que saborearlos. No son para los labios, son para la boca y los dientes. Hay que dedicarles atención, no se les puede maltratar.Ligado de manera indisoluble al humo aparece el cine, el reino perpetuo de la sala oscura y de las películas, a ser posible en blanco y negro y en inglés. Los puros, de hecho, son como el cine, un arte que es industria, una industria que hace arte. Como las películas, los puros son el material de que están hechos los sueños. Un libro de Cabrera Infante no podría ser de otra manera: Puro humo se mueve de Cuba en dirección al cine. Ahí es a donde van a parar todas mis cuitas. El doctor Pretorius confiesa al monstruo en La novia de Frankenstein que fumar es su único vicio. Para quienes tenemos como vicio principal el cine, este libro satisface con creces nuestra adicción con los pormenores, que son mayores, de su recorrido. Los iconos cinematográficos del siglo XX iluminan desde la pantalla unas páginas que son la memoria del espectador y voyeur. Un cigarrillo lánguido al final de la muñeca caída de Marlene Dietrich, la colilla ruda entre el índice y el pulgar de Bogart, el clima turbio de maldad en los clásicos de la serie negra como La Dama de Shanghai, Mr. Arkadin o Sed de mal. O bien Cary Grant sosteniendo con elegancia una pipa. Edward G. Robinson como el mejor fumador de puros de todo tiempo y lugar -de Perdición a Cayo Largo- o la pasión y perversión de Joseph Cotten a las órdenes de maestros como Orson Welles en Ciudadano Kane o Hitchcock en La sombra de una duda. También aparecen joyas del cine de hoy. Así, One from the Heart de Coppola. Con una muchacha Kinski doble de Marlene, joven Bergman, Lamarr lasciva, audaz Audrey: délfica, draga entre sus pechos con la mano para extraer un largo cigarrillo. Luego le pide lumbre a Frederic Forrest en la noche alumbrada de neón como si fuera de día de Las Vegas. Y tantas películas más en la lista de nunca acabar. Y Groucho siempre con un puro en la boca, ya desde la portada. Por qué tantas películas viejas, mi viejo? Porque aquellos que olvidan las películas del pasado están condenados a ver remakes.Fumar es un placer; y un buen fumador, como un buen amante, siempre se toma su tiempo con su puro. La espiral del humo creará un palio vaporoso sobre la cabeza del fumador, con suerte la revelación de un firmamento fulgurante. Lo sagrado de la experiencia, la supervivencia que en el fumar de un tabaco hay de la religión y de la magia ancestrales ya lo puso por escrito otro cubano insigne, Fernando Ortiz, en su Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar: Por el fuego lento con que arde es como un rito expiatorio. Por el humo ascendente a los cielos parece una invocación espiritual. Por el aroma, que encanta más que el incienso, es un sahumerio de purificación. La sucia y tenue ceniza final es una sugestión funeraria de penitencia tardía. Lo cita Cabrera en la larga lista de textos comentados con los mejores humos que coronan este libro, que a estas alturas, se percibe como un ensayo de creación literaria: Ben Jonson, Daniel Defoe, Poe y Conrad, Stevenson, Dickens y Thackeray, Chejov y Mallarmé, Lewis Carroll, Conan Doyle, Raymond Chandler, Hemingway y Scott Fitzgerald, J. M. Barrie, -con el más espléndido título de todos los libros que fuman: My Lady Nicotine- y Jack London, Chesterton, Isak Dinesen, Lorca, Lezama Lima, Colette... todos los nombres que giran en la cabeza feliz del lector, del espectador, del fumador. ³Llamo felicidad a sentarme solo en el lobby de un viejo hotel después de una cena tardía, cuando se han apagado las luces de la entrada y solamente se distingue, desde mi cómoda butaca, al portero en su vigilia. Es entonces cuando fumo mi puro en paz, tranquilo en la oscuridad: lo que fue antaño una hoguera primitiva en el bosque, transformado ahora en las ascuas civilizadas que relucen en la noche como el faro del alma. Así reposa lo que Puro humo es: puro gozo, puro cine, pura vida.Ángel Rodríguez Abad (artigo publicado na revista
Hispano Cubana HC)