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Unión Liberal CubanaPor Eugenio Yáñez, Miami Incluir a Fidel Castro en la lista que publica la prestigiosa Revista Forbes sobre las mayores fortunas personales del mundo no es correcto ni incorrecto, sino todo lo contrario, para utilizar un clásico desvarío. Todos los años Forbes publica un listado de las personas más ricas del mundo. Y desde hace varios años, incluye invariablemente a Fidel Castro en esa lista, esta vez con una fortuna calculada en 550 millones de dólares. Todos los años, invariablemente, cada vez que Forbes publica su lista, se desatan los comentarios alrededor de la fortuna personal de Fidel Castro, y la morbosidad se adueña de las publicaciones por setenta y dos horas: los apologistas del tirano corren a desmentir la información, los críticos (que son mayoría) utilizan la información para demostrar la maldad de Castro, enriqueciéndose mientras su pueblo sufre. Todo esto parte de un gran error, pero todos los años se repite el mismo error: Forbes, por ser una publicación seria, debería ser más cuidadosa al calcular esa supuesta fortuna, por razones metodológicas y por la imposibilidad real de acceso a la información y de cálculo objetivo. Intentar clasificar a Fidel Castro con patrones y medidas válidas en muchas otras circunstancias sólo conduce a frustraciones y callejones sin salida. Metodológicamente, la fortuna de una persona se debe calcular como la sumatoria de todos sus activos líquidos (dinero contante y sonante), y en cualquier otra forma de propiedad. Por ejemplo, la fortuna de Bill Gates, el hombre más rico del mundo, considera la propiedad de sus acciones en Microsoft más otros activos de su propiedad, como serían sus cuentas bancarias, su residencia, valores en la Bolsa y otras inversiones, obras de arte, etc. que pueda acumular. Metodológicamente es correcto, aunque es real el hecho de que si Bill Gates vendiera sus acciones y abandonara Microsoft el valor de las mismas descendería, pues él mismo es un valioso activo de la corporación. Esa fortuna personal que Forbes calcula anualmente a los más agraciados del planeta, hablando financieramente, es lo que permite a sus propietarios hacer lo que deseen con ella: invertirla, disfrutarla en vida muelle, donar una parte para acciones caritativas (lo cual es loable), o lo que se les ocurra: en la medida que cumplan con las leyes vigentes y paguen los impuestos correspondientes, estas personas viven y actúan sin limitaciones financieras como las que tenemos el resto de los mortales. La fortuna de Fidel Castro debería calcularse, según esa misma metodología, como la suma de todos sus activos, líquidos y en cualquier otra forma de propiedad. Esto no es una tarea muy difícil, sino imposible. Es un ejercicio intelectual inútil, y siempre el resultado se queda corto. En términos jurídicos y documentos de propiedad, verosímilmente, por las cuentas bancarias y las propiedades que puedan estar a su nombre en Cuba o en el extranjero, Fidel Castro tiene menos fortuna personal que un empleado de clase media en Hialeah o Miami. Pero si se contabiliza la colosal cantidad de recursos y dinero que moviliza cada año por su absoluta voluntad, entonces los mayores magnates palidecerían ante Castro. ¿De dónde obtiene Forbes, entonces, las cifras que utiliza en el estimado de la fortuna de Fidel Castro? De dondequiera que fuese, y menciona algunos criterios en la publicación, son cifras que distan de la realidad: contabilizar a Cubanacán, Medicuba, o la venta en 1993 de las fábricas de Havana Club, como ha hecho Forbes, para definir una supuesta fortuna personal, es ver la punta del iceberg y pensar que ya se conoce la totalidad de la masa de hielo; pero no es así, pues los mayores valores no aparecen ni aparecerán por el camino que toma Forbes. ¿Por qué contabilizar a Cubanacán o Medicuba y no los centrales azucareros, la flota mercante, los centros de biotecnología, o las obras de arte subastadas en el extranjero? ¿O el petróleo re-exportado sin siquiera tocar puertos cubanos, y no de ahora sino desde los tiempos de la URSS? ¿O los porcientos que se descuentan de las remesas del exterior, o los ingresos creados por los precios leoninos de las tiendas en divisas? ¿O las donaciones a la reserva del Comandante en Jefe de los cubanos residentes en Cuba que perciben ingresos en divisas? Castro puede ser, al mismo tiempo, uno de los jefes de estado más pobres del planeta en fortuna personal, de acuerdo a documentación jurídica de propiedad, y a la vez manejar a su antojo una fortuna comparable a la que manejen los más grandes potentados de la lista de Forbes. Si alguien, incluyendo la revista Forbes, piensa poder encontrar en Cuba o en cualquier otro país, cualquier registro de propiedad a nombre de Fidel Castro Ruz, otorgándole derechos titulares sobre Punto Cero (complejo habitacional donde reside), cualquiera de las otras viviendas que regularmente utiliza (se dice que suman diecisiete), su Rolex, la flota de Mercedes Benz en que viaja, el yate Pájaro Azul en que navega, o el nuevo avión Ilushin ordenado a las fábricas rusas, sencillamente es porque no comprende como funcionan las cosas en Cuba. Por una parte, los registros de propiedad en Cuba constituyen documentación esotérica, casi secreta y prácticamente inaccesible, y en los casos que existieran, cualquiera de esas propiedades que disfruta y maneja como quiere el Comandante aparecería a nombre del estado cubano, el Consejo de Estado, la Dirección General de Seguridad Personal, el Ministerio del Interior, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Partido Comunista de Cuba o cualquier otra institución gubernamental o política, pero nunca a título personal de nadie, mucho menos del tirano. Y aún si alguna o todas esas propiedades estuvieran a nombre personal, ¿puede Forbes o cualquier otra publicación nacional o extranjera acceder a esos archivos, recopilar la información y publicarla? ¿Alegando qué principios? ¿Tal vez el derecho del público a lainformación? En un estado de derecho es lógico y factible, pero no en Cuba. Forbes no puede llegar hasta donde no han llegado en tantas décadas los mismos cubanos, la Agencia Central de Inteligencia o los servicios secretos de ningún país. No quiere decir esto que Castro no maneje una fortuna multimillonaria o que no tenga todos los recursos financieros que necesita en un momento, para hacer lo que le venga en ganas, aunque no sea para utilizarlos en beneficio de la población de Cuba, con mucha más facilidad y menos restricciones que cualquiera de los multimillonarios que Forbes incluye en su lista anual: posiblemente, en proporción a la riqueza de un país, sus presupuestos y el manejo que puede hacer de los recursos discrecionalmente y sin ningún control, Fidel Castro puede ser el jefe de estado más poderoso del mundo. Los gobernantes que anteceden a Castro en la lista de la Revista Forbes, que son el recientemente fallecido Rey Fahd de Saudi Arabia, el Sultán de Brunei, el Príncipe de Liechtenstein, el Primer Ministro de Tailandia y la Reina de Inglaterra, no pueden regalar un central azucarero completo valorado en más de cincuenta millones de dólares de la época sin tener que rendir cuentas a nadie, como hizo Castro a los sandinistas en la década del ochenta. Recientemente, en ocasión del huracán Denis, con el país destrozado y sin electricidad, Castro rechazó la eventual ayuda de Estados Unidos y la Unión Europea para Cuba, y simultáneamente envió ayuda a Jamaica y Haití para resarcir daños provocados por ese mismo huracán en esos países. ¿Qué millonario de la lista de Forbes en cualquier año, o qué jefe de estado, tiene ese poder discrecional, sin necesidad de solicitar aprobación o al menos consenso, o rendir cuentas? El Presidente de Estados Unidos, el Primer Ministro japonés o un jeque árabe, los dueños directos o accionistas de Microsoft, IBM, o Wal-Mart, pueden tener en sus arcas nacionales o corporativas mucho más dinero que el que consiga reunir Fidel Castro, pero ciertamente no pueden disponer de él con la tranquilidad, ligereza y celeridad que puede hacerlo el Comandante, ni regalar casas y automóviles, fábricas, aeropuertos, donar hospitales, otorgar becas, pagar vacaciones en el extranjero o comprar equipos médicos sin dar cuentas: ministros, auditores, contadores, parlamentos, jueces y fiscales, se encargan de llamar a capítulo a los disolutos del manejo de fondos en cualquier país, pero no hay persona ni institución capaz de pedir cuentas a Castro por el uso y abuso de la riqueza nacional. Los activos y recursos de la nación cubana, aunque ya escasos y diezmados por décadas de desidia e irresponsabilidad, se han manejado siempre y se manejan por Fidel Castro al margen de presupuestos, leyes y regulaciones, sin el más mínimo control o posibilidad de auditoria por parte de personas o instituciones nacionales, incluido Consejo de Ministros, Banco Nacional de Cuba, Ministerio de Economía (Hacienda, Finanzas), Asamblea Legislativa, prensa o Tribunales. Para tener una idea de la fortuna que Fidel Castro maneja, utiliza y dilapida a su antojo, que incluye prácticamente toda la riqueza (que pueda quedar hoy) de la nación cubana, hay que comprender cómo funciona su sistema de poder. Sin esto, su inclusión en la lista de Forbes es solamente una curiosidad noticiosa de tres días, y nada más. Algunos, aunque no todos, de los mecanismos de poder y utilización de recursos al servicio del Comandante en Jefe durante décadas, y que van mucho más allá de los 550 millones que señala la revista Forbes , son: 1.- La Reserva Estatal del Comandante en Jefe: es una reserva material ilimitada, solamente controlada directamente por el mismísimo Comandante en Jefe: incluye automóviles, ómnibus, camiones, tractores, piezas de repuesto, combustible, medicamentos, equipos médicos, alimentos, vestuario, materiales de construcción y muchos renglones más. Su monto no es fácil de calcular, pues la misma es adminis-trada parcialmente desde diferentes dependencias, cuyos máximos responsables reportan directamente al Comandante sin intermediarios y sin documentos: la memoria o la libreta de notas bastan a Castro, que es el único autorizado (por él mismo) para disponer de estos recursos o para incluir cualquier recurso en cualquier cantidad en esta reserva. 2.- El Banco Financiero Internacional: es una entidad bancaria que funciona solamente con moneda libremente convertible y que no está subordinada ni al Banco Nacional ni a ningún otro organismo de la administración estatal. Sus operaciones no tienen carácter público ni está obligado a publicar balances, estadísticas o información contable. Se dice que por sus arcas pasaron millones de dólares de rescates cobrados por los Montoneros argentinos producto de secuestros, dinero de operaciones ilegales como el saqueo de las riquezas del Líbano cuando la guerra civil, dinero de las operaciones de droga, solo parcialmente develadas en la famosa Causa No. 1 de 1989 que terminó en el paredón de fusilamiento, dinero de regalos de cumpleaños millonarios entregado cada año el 13 de Agosto por colaboradores cercanos, más el dinero legal' de operaciones comerciales directamente controladas por el Comandante. 3.- Las Corporaciones supuestamente privadas: Forbes alcanza a tener sólo un pelo del lobo refiriéndose al Palacio de Convenciones, Cubanacán y Medicuba. Hay mucho más. Se debe considerar también al CIMEX, Cubatabaco, Artex, Cubacítricos, Cubatécnica, Gaviota, Acemex, Cubatur, Antex, Caribat, Cubatur, Consultoría Jurídica, y otras decenas de corporaciones, cubanas' o de propiedad mixta, que desde los años noventa se multiplicaron como células cancerosas en la economía. Por definición, operan con moneda libremente convertible, están separadas del control presupuestario estatal, y su relación con los mecanismos burocráticos e ineficientes de la economía nacional es limitadísima o inexistente. Si Forbes les quiere seguir la pista debe buscar en Liechtenstein, Bermudas, Santo Domingo, Andorra, San Marino, Panamá, Curazao o cualquier otro paraíso fiscal donde estas corporaciones son inscritas para inmediatamente abrir una oficina administrativa en La Habana. Y sus cuentas bancarias no están sólo en La Habana o Berna, sino también en Inglaterra, Francia, Italia, España, Portugal, Canadá, Panamá, Ciudad México, Bahamas, Jamaica, Rusia, Suecia y muchas otras naciones: muchas veces dispersas en varios países, y antes de la creación del euro como moneda única, diversificadas en libras esterlinas, francos franceses o suizos, florines holandeses o marcos alemanes, para protegerse de los vaivenes de la devaluación. 4.- El Fondo de Divisas del Comandante en Jefe: desde los años noventa, del ingreso de cualquier cubano percibiendo moneda libremente convertible en Cuba o en el exterior, el 15% debía entregarse, prioritariamente, al fondo de divisas del Comandante en Jefe. De ahí seguían descuentos y deducciones hasta dejar en manos del quien generaba el ingreso un 15-20% o menos del cobro recibido. Este sistema se aplicaba a profesores, entrenadores, médicos, artistas, profesionales o técnicos de cualquier especialidad. En el caso de los "trabajadores internacionalistas" por cuyos servicios Cuba cobraba, incluyendo médicos, ingenieros, profesores, entrenadores, asesores, arquitectos, veterinarios, agrónomos, constructores y especialistas de todo tipo, se les garantizaba alojamiento, alimentación, artículos de higiene, correo, servicios médicos, y la prensa oficial desde Cuba semanalmente, más un pago equivalente, por orden expresa del Comandante en Jefe, a un dólar diario, en moneda del país donde se encontraran (kwanzas, córdobas, dinares, meticais, rublos, lo que fuera, lo cual alcanzaba malamente para tomarse un café y comprar un periódico). El resto del ingreso pasaba a Cubatécnica y por esa vía llegaba hasta el fondo de divisas mencionado. 5.- Los planes especiales: se crearon inicialmente para la agricultura y el desarrollo agropecuario desde los años sesenta, y contaban con asignaciones especiales en moneda libremente convertible y moneda nacional, fuera del presupuesto nacional, para compra de equipos mecánicos, fertilizantes, productos químicos y mucho más; su espectro fue extendido a la construcción de secundarias y escuelas en el campo, estadios deportivos, centros médicos, compras de animales para pies de cría genéticos, consultorios del médico de la familia, centros de investigación y desarrollo, actividades portuarias, polos científicos, presas hidráulicas, obras de ingeniería, telecomunicaciones y toda obra de infraestructura que se considerara conveniente en determinado momento. Sus trabajadores se organizaban en brigadas, contingentes, batallones de trabajo, grupos especiales, o cualquier otra denominación, y se regían por mecanismos laborales diferentes al resto de la economía. 6.- El presupuesto nacional: desde 1968 dejó de prepararse y utilizarse, como parte de la "ofensiva revolucionaria" y la lucha contra el burocratismo, con lo cual el dinero y los recursos quedaron sin control contable ni estadístico; aunque supuestamente restablecido después de 1976, nunca más fue un verdadero instrumento de dirección y control estatal, y fue manejado licenciosamente por Castro durante mucho tiempo, hasta que en tiempos del período especial volvió a desaparecer. Su destino actual no puede saberse con exactitud. 7.- MinFAR-MinInt: los órganos militares y de la seguridad aportan también un gran flujo de dólares a las arcas del Comandante, mucho más allá de los ingresos que generen las empresas productivas y de servicios controladas por los militares. La actividad de "romper el bloqueo imperialista" y buscar divisas libremente convertibles se ha desarrollado en Cuba desde los años sesenta, y aunque una pequeñísima parte de sus operaciones se hizo pública en la Causa Nº 1, en realidad tras la pantalla de la lucha contra el bloqueo se ha desarrollado una gigantesca actividad de contrabando que contraviene todo tipo de normas y regulaciones comerciales internacionales, incluyendo falsificación de marcas famosas, importaciones clandestinas masivas con instituciones pantalla, evasión de impuestos, saqueo de recursos naturales, obras de arte, joyas y tesoros del Tercer Mundo, hasta intentos de desarrollar un sistema internacional de tarjetas de crédito respaldado en última instancia por el Banco Financiero Internacional. 8.- Las leyes de protección del patrimonio nacional otorgan al estado cubano prioridad absoluta para adquirir obras de arte, joyas y tesoros declarados patrimonio nacional, que se determinan arbitrariamente, que se encuentren en propiedad de particulares que desean o necesitan desprenderse de ellos, si es que no fueron anteriormente confiscados. Peor aún, para abandonar definitivamente el país es requisito imprescindible traspasar primeramente estos valores al estado. Además, en los años ochenta, por vía de las "casas del oro", el gobierno cubano compró a vil precio joyas, obras de arte y otros valiosos objetos de extraordinario valor sentimental y familiar, negociando en condiciones leoninas con la población cubana en posesión de tales propiedades y pagando no en moneda libremente convertible sino en certificados que posibilitaban el acceso a determinadas tiendas con una oferta superior y más variada que la red comercial que vendía en moneda nacional. Si algunas veces los cubanos lo hicieron para obtener algún producto suntuario, por regla general la enorme mayoría debió hacerlo para acceder a artículos de primera necesidad que no podían obtenerse de otra manera. Esta extraordinaria operación que se desarrolló durante varios años y enajenó la riqueza personal hereditaria de los cubanos a manos del gobierno que supuestamente debía velar por sus intereses, produjo incontables millones de dólares con la reventa en el exterior de esos tesoros a precios de mercado y subasta, y engrosó las arcas gubernamentales en una magnitud que no se puede calcular. 9.- Las famosas cuentas bancarias en el exterior: realmente existen, diseminadas en diversos países e instituciones bancarias, pero siempre aparecen a nombre de instituciones, o en casos de aparecer a título personal requieren más de una firma para poder ser operadas, y sucede que normalmente ambas personas autorizadas a firmar no coinciden en el mismo país nada más que cuando es necesario realizar movimientos en esas cuentas. Ninguna de estas cuentas está a nombre del Comandante, y los supuestos propietarios de esas cuentas debieron firmar anteriormente documentos secretos en La Habana donde asignan la propiedad de esos activos a una tercera persona, que puede estar actuando como apoderado de otra más. Es decir, si algunos de los propietarios de cuenta fuera tentado en un momento a hacer uso de su supuesto dinero, tendría que enfrentar una serie de obstáculos prácticos y legales, amén de los riesgos para la salud que representa andar viajando el mundo con dinero ajeno. 10.- La piñata: ¿Qué piñata? ¿Funcionarios cubanos de alto nivel abriendo cuentas en el extranjero o comprando propiedades a nombre propio para después de
? Si se habla de algunas pequeñas cuentas de diez o veinte mil dólares, o una pequeña propiedad quién sabe dónde, adquiridos por terceras personas o familiares lejanos, con los registros de propiedad cuidadosamente enmascarados hasta donde sea factible, sería posible, aunque poco probable. La excepción sería Raúl Castro y quizás algunos pocos elegidos del parnaso castrista, que nada tiene que ver con los cargos oficiales de gobierno y partido, pero ninguno de ellos por su propia cuenta y riesgo, sino conveniente autorizados por el Comandante, con la fábula de que a la muerte de Raúl y los demás pocos próceres sus descendientes deben tener la seguridad de un exilio rosado alejado de posibles venganzas o maledicencias. Pensar en que pueda existir vida después de Castro es sacrilegio de lesa dictadura para la nomenklatura cubana, y todos saben que se paga caro. Si algo evita Castro celosamente es que sus funcionarios puedan estar creando condiciones para quedarse con "su" dinero y traicionarlo, y en ese expediente tiene una intuición especial para anticiparse a la jugada y saber golpear a tiempo, y una larga mano para castigar al atrevido que lo lograra. Y los funcionarios cubanos, a su vez, saben que este puede ser el más peligroso de los juegos, solo superado en riesgo por el de conspirar contra el Comandante. 11.- Finalmente, ¿y la piñata del propio Comandante en Jefe, y todas sus cuentas y sus propiedades en el extranjero, por si acaso? Hay que tener gran imaginación y creatividad para imaginarse al Comandante en Jefe después de abandonar el poder, en una finca en Galicia, Suiza, o las afueras de Marsella, comentando sobre la temperatura, supervisando la distribución de pesticidas, discutiendo de vacas Holstein o analizando la producción de uvas, revisando los datos de la Bolsa y los precios de productos agrícolas en el mercado regional, a la sombra de un árbol, vestido de civil, en lo que le preparan el almuerzo para después dormir la siesta. O en un retiro londinense, panameño o bávaro escribiendo sus memorias y dictando conferencias en universidades. Para hacer esto tendría que abandonar "su" Revolución y también la bolivariana, los cierres de caminos de Evo Morales en Bolivia, las posibilidades de regreso de Daniel Ortega en Nicaragua, sus planes para Buenos Aires, Brasilia, Asunción, Montevideo y Quito, su propia guerra sin cuartel contra el imperialismo, las ollas de presión eléctricas, el chocolatín, la batalla de ideas y toda su razón de ser durante más de cincuenta años que lleva ya incidiendo nefastamente en la historia de Cuba. Algo que no tiene nada que ver con su biografía, su historia, su personalidad ni sus intenciones. Naturalmente, tiene cuentas y dispone de sumas millonarias, de las cuales puede tomar dinero para sus veleidades personales, como vinos exclusivos o cualquier extravagancia que pueda surgir: pero siempre lo ve como algo natural, a lo que tiene derecho por su carácter de conductor indiscutido de la revolución. Lo hace y no se entera, ni se altera. Es dinero de la revolución, y él mismo es la revolución. No se trata de que a Fidel Castro no le interese la fortuna personal por razones de austeridad, modestia o espíritu de anacoreta. Se trata de que toda fortuna es un medio y no un fin en sí mismo, medio para lograr determinados objetivos, que para él siempre han estado muy claros. Si él, con su estilo de gobierno, y sin necesitar fortuna personal, ha logrado esos objetivos durante casi cuarenta y siete años sin restricciones ni control más allá de la elementales cuidados políticos para su supervivencia, y tiene planes de seguirlo haciendo hasta morir en el poder, ¿para qué necesita una cuenta de retiro personal en Suiza o una finca en España? No para él. ¿Para su familia? Fidel Castro no es hombre de testamentos, ni siquiera políticos, para perder tiempo en estos detalles. Si ha declarado no preocuparle el inminente caos que dejará en Cuba después de su cada vez más cercana muerte, sus obligaciones familiares no deben restarle demasiado tiempo. A su familia le ha permitido disfrutar todo el tiempo, dentro de su esquema paranoico del poder, privilegios, educación de primera y buena vida, y sin someterse a las vejaciones, penurias y maltratos cotidianos a la población cubana. Si algo les va a dejar, con seguridad una o más de una ciudadanía extranjera y algún dinero y propiedades, ya lo hizo anteriormente, en vida, para estar seguro que sus órdenes se cumplen también en esto: pero los montos de esta piñatita no merecerán aparecer en Forbes. Y considerando todos los pecados del Comandante, este debe ser venial. Con todos estos elementos reseñados, y los que escapan por factores de tiempo o incapacidad de conocer al detalle, la cifra de 550 millones de dólares que le asigna la Revista Forbes al Comandante es un grano de mostaza, y dice poco. Si quienes publican la Revista Forbes conocieran y entendieran estos detalles, posiblemente modificarían la ubicación de Fidel Castro en su lista, para excluirlo por no poseer fortuna personal a su nombre, lo cual sería cobarde, o para ponerle donde debe estar, en primerísimo lugar, no como empresario emprendedor y creativo, que nunca lo ha sido, sino como primitivo capitalista puro y duro que es, dueño único y señor absoluto del país, colosal y brutal explotador, esquilmando despiadadamente a millones de cubanos en Cuba y en el exterior durante casi medio siglo. Entonces sí la noticia de la lista de fortunas personales de la Revista Forbes merecería ser analizada, denunciada y discutida en todo el mundo, y por mucho más de setenta y dos horas. Para que fenómenos como éste no puedan repetirse nunca más en ningún lugar del mundo.